Recopiló: Daniela CIANCIA - PATAGONIA OVNI
Navegando por Internet encontramos este excelente relato de una experiencia OVNI vivida por un habitante de la ciudad de Río Turbio, y relatada por un amigo. Próximamente postearemos otro relato de un lector de nuestro blog que gentilmente se ofreció a darnos un testimonio.
A continuación, la historia...
“Al final de la década del 70. Mi familia tenía una representación de venta de automotores en la localidad de Río Turbio…” Así empieza mi amigo su relato sobre dos extraños acontecimientos vividos por él y algunos integrantes de su familia en diferentes tiempos y lugares de la zona.
En “El Zurdo”
“Mi madre era la titular de una agencia de venta de automotores y en aquellos años viajábamos muy seguido a la ciudad de Río Gallegos al efecto de firmar contratos y otra documentación relacionada con los vehículos que se vendían y a la vez adquirir los repuestos necesarios.”
“Recuerdo que en uno de los tantos viajes realizados por la ruta ex 293; si es que ruta se la podía llamar por lo dificultoso que se hacía el transitarla, dado que la cobertura era de ripio y rápidamente se deterioraba, pero que en ese entonces era la única vía de comunicación física con la Capital de Santa Cruz; luego de realizar todos los trámites y
antes de salir de regreso a Río Turbio, como era nuestra costumbre, nos acercábamos a la entonces famosa rotisería “Vía Apia,” donde comprábamos algo para comer en el viaje. De esta manera el regreso se hacía más placentero y nos daba la sensación de que el tiempo se acortaba”. Zona conocida como "El Zurdo"
Mi amigo hace una pausa en su relato para apurar la toma del café que se estaba enfriando sobre la pequeña mesa, mientras afuera la noche se volvía blanca con los copos de nieve que paulatinamente comenzaban a cubrir la Avenida de Los Mineros y la Ciudad toda, y prosigue su relato: “Esa vez viajábamos en un vehículo nuevo, tipo rural, que conducía mi hermano, mi madre en el asiento trasero con una de mis hermanas y yo de acompañante del conductor. Habíamos salido de Río Gallegos a eso de las diez u once de la noche y ya dejado atrás el hotel “Bella Vista” transitábamos en dirección al paraje “El Zurdo”. Era una noche cerrada con cielo nublado; el viaje se presentaba sin inconvenientes y mi hermano conducía a una velocidad moderada, siempre atento y tratando de sortear baches, una piedra o alguna acumulación de ripio que de vez en cuando se presentaba en el camino, que si bien no eran grandes obstáculos, podían dañar al automóvil o producir algún imprevisto en la marcha.
Conocíamos muchas historias de la zona contadas por viajeros sobre extrañas luces que aparecían en el cielo, e inevitablemente la conversación rondó sobre el tema.”
“A unos cinco kilómetros aproximadamente antes de llegar al paraje “El Zurdo” se divisan sobre la mano izquierda una formación de lomas que estarán a unos cien metros de la ruta y allí sucedió lo extraordinario; en la mitad de una de las elevaciones percibimos una luz como de linterna que se movía de un lado a otro, como estábamos en las cercanías del destacamento de Gendarmería de “El Zurdo”, que en ese entonces todavía ocupaba el edificio que más adelante fue derrumbado al retirarse los efectivos en cumplimiento de un nuevo ordenamiento, mi madre exclamó: ¡Miren los gendarmes están recorriendo la zona a caballo..! En esa dirección se percibía una luminosidad, pero luego nos pareció que la luz era demasiado grande para ser el foco de una linterna y en poco tiempo ésta tomó la dimensión de un reflector. Seguimos andando con nuestro auto casi en forma perpendicular al fenómeno y fue en ese momento en que la ya potente luz enfoca a nuestro vehículo iluminando el interior, el tablero y el rostro de mi hermano. En esa zona el camino se presenta con bajadas y subidas relativamente cortas, pero muy seguidas unas de otras y fue en una de esas hondonadas cuando el motor del auto empezó a “ratear” y finalmente dejó de funcionar. Nunca supimos si ello fue a consecuencia del baño de luz o del nerviosismo de mi hermano que no supo coordinar la operación de acelerador y embrague. Lo cierto es, que en ese momento, la luz iluminó totalmente a nuestro vehículo parado en una de esas bajadas del camino en la cercanía de la zona conocida como “El Zurdo”. El fenómeno se mantuvo un buen rato hasta que en un giro se fue alejando del lugar alumbrando a su paso otras zonas del campo patagónico…Entonces le dije a mi hermano: -prueba si arranca ahora el motor del auto- y así lo hizo y el alma nos volvió al cuerpo al escuchar el ronroneo familiar del vehículo mientras tanto la luz seguía realizando operaciones al costado de la ruta, disminuyendo su tamaño y alejándose del lugar mientras que nosotros lo hacíamos en sentido opuesto. Más adelante entramos en la famosa y pronunciada curva del Zurdo y el edificio blanco y familiar del destacamento apareció de golpe ante nuestra vista, pero esta vez en lugar de hacer un alto como era nuestra costumbre, seguimos viaje hacia Río Turbio. Nos urgía volver a nuestra casa…”
“Esto que nos sucedió fue real y nos llevamos un buen susto, por suerte nada más que eso…”.
En el “Valle Primavera”
A esta altura del relato de mi amigo imaginé que habríamos llegado al final del encuentro, pero no fue así ya que era evidente que tenía necesidad de comunicar extrañas experiencias vividas años atrás en la zona y retomó la palabra diciendo: “Otra situación extraña me ocurrió, también en la compañía de mi familia en la zona de Primavera. Creo que fue en 1980. Teníamos por costumbre los días sábado o domingo o algún feriado pasar la jornada a la orilla del río Turbio. Demás está decirte la belleza que encierran los alrededores ya que alguna vez me dijiste que habías recorrido a caballo toda la zona. Y realmente para conocer estos sitios de privilegio, hacer el paseo a caballo es ideal ya que a pie es muy cansador y por lo general no es posible llegar a donde uno quiere…y en vehículo existen lugares intransitables que se presentan como barreras naturales imposibles de superar”.
Mi amigo hizo una pausa como tratando de ordenar sus recuerdos y prosiguió: “…Te había comentado que vendíamos autos en esos años y eso posibilitó que pudiéramos cada miembro de la familia disponer de un vehículo: mi madre contaba con una rural, mi viejo de un 404, mi hermana de una camioneta y yo de un Peugeot 504 y cada uno se trasladó en esa oportunidad por su cuenta al lugar previamente elegido, dejando los vehículos estacionados al lado del camino, trasladándonos a pié al sitio cercano y convenido. El lugar está atrás de lo que entonces era el casco de la hermosa Estancia “Primavera” lamentablemente desaparecida en un incendio, donde corre un arroyo poco caudaloso pero profundo que luego un poco más allá desemboca en el río Turbio y en el que se puede pescar. Un lugar de extrema belleza donde en verano las margaritas se disputan el terreno y el sol y crecen hasta el mismo borde del bosque de lengas que empieza o termina en una ladera profundamente verde. Una fiesta para los sentidos… Yo diría, sin temor a equivocarme que el sitio es de una belleza incomparable. Allí acampamos. El asado y el mate eran usuales y también las caminatas acompañadas por los trinos de las aves del bosque cercano. Así pasaban las horas y a veces, cuando la jornada del verano patagónico se presentaba serena, nos quedábamos hasta la medianoche a la luz y al calor del fuego encendido escuchando la radio Nacional local; momentos imposibles de olvidar, pese al tiempo transcurrido y que siempre recuerdo con nostalgia. Durante la jornada mi hermana tomó varias fotos…”
“Ya entrada la noche, decidimos volver a nuestra casa de Río Turbio, pero una sorpresa desagradable nos esperaba: el primer auto no arrancó, pensamos que seguramente había quedado por descuido encendida alguna luz y entonces con el transcurrir de las horas la batería había agotado su carga. Pasamos al segundo vehículo y tuvimos el mismo resultado: la batería estaba totalmente agotada. Entonces lo intentamos con el tercero y lo inaudito ocurrió: la batería tampoco tenía carga alguna. De la sorpresa pasamos a buscar una explicación que no teníamos y entonces todos nos trasladamos al auto de mi padre que estaba más alejado del lugar, y éste sí arrancó. Lo extraño era que habíamos tomado la precaución de cerrar con llave todos los vehículos y no había quedado ninguna ventanilla abierta, por lo que descartamos la mano de algún bromista o malintencionado… Con este último auto hicimos “puente” a las otras baterías y logramos poner en marcha a los demás vehículos. De esta manera emprendimos el regreso a Río Turbio”
“ Una de mis hermanas tenía una máquina fotográfica y durante esa salida al campo no perdió oportunidad para sacar fotos hasta agotar el rollo, además la brillante jornada se prestaba para ello.”
“Pasó el tiempo y un día le entregué la película al fotógrafo de la Localidad, de nombre Cárcamo, quien reveló los negativos y nos entregó el material y también las copias y lo curioso, y que me llamó la atención, fue una mancha negra que apareció en algunas fotos y que en forma de raya se iniciaba en el cielo y bajaba sobre el capó de los autos que se encontraban estacionados en la orilla del río Turbio, en esa salida al campo que realizamos con toda la familia.”
Mi amigo respiró profundamente y continuó con su relato: “No se me había pasado por la cabeza lo que en algún momento había leído de Fabio Zerpa, quien además estuvo de visita en Río Turbio, de la posibilidad de que los ovni tomaran energía de los automóviles y los dejaran sin carga de batería. Nunca lo creí mucho. Y con respecto a las fotografías se me ocurrió pensar que esas manchas que aparecieron en tres de las copias provenían de alguna falla en el revelado o de la misma película o que al fotógrafo en el manipuleo se le había caído alguna sustancia y no en otra posibilidad. No acepto las cosas hasta que las evidencias no están confirmadas, aunque recordé que los vehículos no arrancaron en esa oportunidad y en algunas fotos estaba esa mancha que tomaba forma de raya sobre los capó de tres de los vehículos”.
“Pasaron dos o tres años y se instaló otro fotógrafo en la Localidad y cuando un domingo estaba ordenando fotografías en mi casa me encuentro con el mencionado material, entonces se me ocurre preguntarle sobre el origen de las manchas. Se lleva las copias y los negativos en cuestión y a los dos días me devuelve las fotografías y me dice: -… no le encuentro errores al trabajo fotográfico. Esto no es una raya producto de una sustancia extraña, no es una falla del líquido que utilizamos para el revelado ni tampoco de la película…para mi proviene de la acción de un ovni…”
“Nunca más volví a tocar el tema, hasta el día de hoy.-”
Ramón LOZANO
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